Contar historias ha sido siempre una de mis mayores pasiones. La narrativa tiene ese poder especial de conectar, emocionar y dejar huella, algo que he aprendido a apreciar profundamente a lo largo de mi formación en storytelling. Pero no se queda ahí: para mí, contar historias va mucho más allá de las palabras. Es una forma de transmitir valores, ideas y emociones en cualquier formato. Y como amante de los aromas y profesional del marketing olfativo, he encontrado en el storytelling olfativo una forma fascinante de unir estas dos pasiones.
El marketing olfativo tiene un poder casi mágico: su capacidad para conectarnos con recuerdos, emociones y momentos que creíamos olvidados. Pero, como todo poder, también viene con una gran responsabilidad. Y aquí entra en escena el concepto de storytelling olfativo, una herramienta infrautilizada, pero capaz de transformar una experiencia sensorial en una historia inolvidable.
Para empezar, dejemos algo claro: un aroma no es solo un perfume de moda o una fragancia agradable. Es un narrador silencioso. Los buenos narradores no se limitan a difundir palabras al aire, sino que construyen tramas que capturan nuestra atención y nos llevan de la mano a través de un viaje emocional. Pues bien, el aroma puede hacer exactamente lo mismo, pero en lugar de palabras, usa notas olfativas.
Pensemos en la pirámide olfativa: cada capa de notas —de salida, de corazón y de fondo— puede ser una parte de esa historia. Las notas de salida capturan la atención inicial, ese flechazo que te engancha. Las notas de corazón desarrollan el núcleo emocional, mientras que las de fondo son las que permanecen, dejando la huella que recordarás mucho después de que el aroma desaparezca. ¿Os suena? Presentación, nudo, desenlace…
Pero el storytelling olfativo no solo se trata de cómo está compuesto un aroma, sino de lo que representa. Un aroma bien diseñado puede evocar un lugar, un momento en el tiempo, o incluso una filosofía de marca. Y aquí es donde entra la parte interesante (y también el reto): crear un aroma que hable de manera única y genuina para una marca. Porque no, no vale con usar un olor genérico que simplemente sigue modas pasajeras y pierde relevancia al primer cambio de tendencia.
Por ejemplo, una marca que quiera contar una historia de tradición familiar y artesanía no puede oler a “frescor de brisa marina”. Puede sonar agradable, sí, pero carece de la profundidad emocional que requiere su narrativa. En cambio, un aroma a madera, cuero o especias puede hablar de calidez, dedicación y autenticidad. Aquí radica la magia del storytelling olfativo: conectar de forma honesta el ADN de una marca con el cliente.
«No se trata de lo que vendes, sino de la historia que cuentas».
Seth Godin
¿Y cómo saber si lo estás haciendo bien? Fácil: si el cliente siente que el aroma forma parte de la identidad de la marca y no simplemente un accesorio, has acertado. Es como un buen libro: no se trata de lo que lees en ese momento, sino de lo que te deja cuando lo cierras.
El marketing olfativo tiene el potencial de ser mucho más que una estrategia. Cuando se combina con el arte del storytelling, se convierte en una experiencia sensorial que trasciende. Porque al final, no se trata solo de oler bien; se trata de recordar bien.